miércoles, 1 de agosto de 2007

Los sonidos del silencio


En 1966, y posteriores, los sonidos del silencio irrumpieron en nuestras vidas para reconfortar con su lirismo los estertores de muchas fiestas psicodélicas. Tras la juerga de rock, y aliños varios, Simón y Garfunkel ponían el punto melancólico, bordaban con sus voces lindos mensajes de amor y paz, de descontento y rebeldía. Y nosotros, tardíos en todo, les hacíamos coro cantando aquello de hola oscuridad, mi vieja amiga,he venido a hablar contigo otra vez.

Cuarenta y un años más tarde, los sonidos del silencio siguen llegando a nuestros oídos sin hermosas voces ni acompañamientos acústicos. Llegan en forma de número, porcentaje, estadística, una manera fría, impersonal, distante de mostrar cuántos registros pueden llegar a tener. Con la protección de la oscuridad, pero también a la luz del día, se cometen atrocidades de toda índole; algunas institucionalizadas por gobiernos, credos, instituciones como la propia familia, razas.
Las últimas noticias nos hablan de la prohibición de la ablación en Egipto (el 90% de las mujeres egipcias están mutiladas), al morir una niña de doce años en un hospital mientras le practicaban la mutilación de su sexo. Más de dos millones de niñas sufren cada año la ablación en cualesquiera de sus prácticas. Y al igual que Egipto Somalia, Eritrea, Yibuti, y en menor medida Etiopía, tienen una incidencia que ronda ese noventa por ciento de la población femenina. Ni que hablar de la opresión en nombre del altísimo, que confía la pureza de la mujer a la negación de su propia identidad, de su voz, de su libertad de elección, de su vida; y ataca con el descrédito, la persecución, la lapidación aquellas voces que osan reivindicar el derecho a la vida y a la libertad en su acepción más completa.
También se oyen los ecos del silencio en Hungría, con la negación de justicia a las víctimas de violación en el hogar. “Al menos el 85 por ciento son unas putas. Quieren mantener relaciones sexuales, pero no son capaces de llegar a un acuerdo. Son prostitutas, abiertamente o en secreto […]”, dice un agente de policía experto en casos de violación. El gobierno húngaro no protege a la mujer contra las violaciones y actos de violencia en el hogar, pues este tipo de agresiones son casi siempre consideradas un asunto privado y las autoridades no la tratan como delito.
En España, las denuncias por maltrato a mujeres crecen un 61% en cinco años, con más de 40 casos diarios; y más lamentable aún es que el perfil del maltratador responde, cada vez con más frecuencia, a un tipo joven y en un 97% de los casos no es enfermo, ni alcohólico ni drogodependiente.

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