Caperucita,Cuando el lobo te pregunte ¿Dónde vas? y le digas que al contenedor, seguro que sale por patas. Textos, videoblog, todo en uno. El progreso nos come, espero que el lobo no.
Es muy bueno, me gusta la historia, el continente de plástico y manos también, y a esta forma cómo la llamamos ¿video-poema? ¿vídeo cuento? Me gusta. Un besazo.
Jajaja, qué bueno, el lobo, cuando le huela las manos a Caperucita, se hace vegetariano. Has visto Makiavelo? aquí experimentando y aprendiendo, siempre aprendiendo.
Besitos
Querida Alfaro, gracias, yo no sé cómo llamarlo, pero me emociona esta improvisación (a medias, pillando por ahí lo que encuentro, y montando escenarios con los cachivaches que rescato de los contenedores). En estos momentos necesito oírme y verme, porque tengo la sensación de que me desvanezco sin remedio.
Me ha gustado mucho tu cuento, es genial. La cámara..., los encuadres, parece que la voz persigue las imágenes. Me gusta mucho también la historia. Estamos acostumbrados a imaginar que el pensamiento es coherencia... no sé porqué.
Gracias Ico, me regalaron una camarita digital y me tiene loca el descubrimiento. Salgo siempre con ella y busco. A esta Caperuza le sientan bien las imágenes, le dan más prestancia en este descojone de mito en el que ando metida.
Jajaja, es nefasto eso de asociar el pensamiento a la coherencia; si así fuera estaríamos perdidos, limitados... por eso la niña le pone conchas a la plastilina, pa mezclar materias, pa destrozar esa fea costumbre del uso convencional. Yo prefiero la disociación, y ella también, por eso no toma su litio.
¡Y además superándote a ti misma! Ichiara, en fin, me dejas sin palabras... o no... ¡la creatividad al poder!
Me ha encantado ese final aludiendo a la no-toma de litio. Pobre caperucita, tan jovencita y ya en manos de psiquiatras. Menos mal que mantiene su punto rebelde para seguir rescatando los objetos perdidos y cuidándolos amorosamente con su plastilina amarilla.
Pues eso, que no, que se tome el litio y siga deleitándonos con sus juguetes.
Antígona, el cambio de look es siempre necesrio, estaba hasta el chiribiri de tanto blanco, yo que soy aficionada al luto. Y el punto rojo (yo prefiero llamarlo puto rojo) para encenderme, para calentarme, para engancharme a la pantalla.
Ya viste cómo terminó la pobre... con los muñequitos y el litio a cuestas. Si es que no se puede vivir toda la vida del cuento. Yo se lo digo ahora que está vieja y cansada. Aunque no sé qué es peor, que se lo tome o lo deje, porque en una de estas se planta reinona y acabamos, jajaja.
12 comentarios:
Caperucita,Cuando el lobo te pregunte ¿Dónde vas? y le digas que al contenedor, seguro que sale por patas.
Textos, videoblog, todo en uno.
El progreso nos come, espero que el lobo no.
Mucho más mejor. I like.
Besos.
Es muy bueno, me gusta la historia, el continente de plástico y manos también, y a esta forma cómo la llamamos ¿video-poema? ¿vídeo cuento?
Me gusta.
Un besazo.
Jajaja, qué bueno, el lobo, cuando le huela las manos a Caperucita, se hace vegetariano. Has visto Makiavelo? aquí experimentando y aprendiendo, siempre aprendiendo.
Besitos
Querida Alfaro, gracias, yo no sé cómo llamarlo, pero me emociona esta improvisación (a medias, pillando por ahí lo que encuentro, y montando escenarios con los cachivaches que rescato de los contenedores). En estos momentos necesito oírme y verme, porque tengo la sensación de que me desvanezco sin remedio.
Un besote, me encanta que te guste.
Sencillamente genial, maravilloso, tal como dice alfaro un poema visual sonoro..
Me ha gustado mucho tu cuento, es genial. La cámara..., los encuadres, parece que la voz persigue las imágenes. Me gusta mucho también la historia. Estamos acostumbrados a imaginar que el pensamiento es coherencia... no sé porqué.
Un abrazo
Chuff!!
Gracias Ico, me regalaron una camarita digital y me tiene loca el descubrimiento. Salgo siempre con ella y busco. A esta Caperuza le sientan bien las imágenes, le dan más prestancia en este descojone de mito en el que ando metida.
Besos
Jajaja, es nefasto eso de asociar el pensamiento a la coherencia; si así fuera estaríamos perdidos, limitados... por eso la niña le pone conchas a la plastilina, pa mezclar materias, pa destrozar esa fea costumbre del uso convencional. Yo prefiero la disociación, y ella también, por eso no toma su litio.
Gracias por pasarte, es un honor.
Abrazos
¡Pero qué cambio de look!
¡Y además superándote a ti misma! Ichiara, en fin, me dejas sin palabras... o no... ¡la creatividad al poder!
Me ha encantado ese final aludiendo a la no-toma de litio. Pobre caperucita, tan jovencita y ya en manos de psiquiatras. Menos mal que mantiene su punto rebelde para seguir rescatando los objetos perdidos y cuidándolos amorosamente con su plastilina amarilla.
Pues eso, que no, que se tome el litio y siga deleitándonos con sus juguetes.
Y tú no te desvaneces... ¡relumbras! ;)
Un beso!
Antígona, el cambio de look es siempre necesrio, estaba hasta el chiribiri de tanto blanco, yo que soy aficionada al luto. Y el punto rojo (yo prefiero llamarlo puto rojo) para encenderme, para calentarme, para engancharme a la pantalla.
Ya viste cómo terminó la pobre... con los muñequitos y el litio a cuestas. Si es que no se puede vivir toda la vida del cuento. Yo se lo digo ahora que está vieja y cansada. Aunque no sé qué es peor, que se lo tome o lo deje, porque en una de estas se planta reinona y acabamos, jajaja.
Besitos y gracias
¡Ex-celente¡, en dos palabras.
Qué sobrada andas de talento...¡¡¡
Un abrazo, Maestra.
Gracias Carlos.
Besitos
Isabella,
Me encanta la historia de esta caperucita restauradora de la dignidad de esos seres de plástico.
¡Brava!
Besos
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