PARADA SOLICITADA

¡Cliiinnnnkkk...! Parada solicitada.
El luminoso se enciende, y al poco se abren las puertas devolviéndome a la realidad. Miro a uno y otro lado, y compruebo cómo se van renovando las caras, los deseos, las prisas. Rostros sin nombre ni pasado. Rostros desconocidos; sólo el presente inmediato de una ruta grabado en las pupilas.
Me dejo llevar, y fantaseo con esos rostros ajenos de vidas solapadas por el maquillaje de la premura y el deber; o, si acaso, por el artificio de lo que desearían ser. Y miro sus ojos. Y más allá, en el enigma de una puerta que se me abre observo la realidad de un piso compartido, sin acaso una pizca de intimidad -descanso a solas, en silencio-, después de una jornada tediosa y un salario a medias que compartir con otros, los que han dejado allí, más lejos.
Y los ojos me desvelan una imprevista historia de amor: dos luces fulgurantes coronando la sonrisa abierta, prometedora de un rostro limpio
Y los ojos me gritan acerca de la soledad, de los persistentes recuerdos de una infancia perdida, un camino de múltiples bifurcaciones, un laberinto sin minotauro.
Y los ojos me conducen al anhelo, no de una historia pasada, sino de la que ha de venir, la que abonará las facturas del esfuerzo.
Y los ojos me hacen planear por llanuras infinitas de continentes lejanos de alma blanca y pena negra.
Y los ojos me avisan de que mi trayecto llega a su fin. Y continuo en solitario en busca de otros ojos, que no son los míos.