jueves, 9 de agosto de 2007

Un lugar bajo el sol

Vivo en un barrio pueblo, una burbuja dentro de la ciudad, un lugar donde aún se pueden encontrar zapateros, lagartijas y hasta caracoles campando a sus anchas por los patios de las viviendas. Por eso me gustó cuando le eché el ojo. Y porque en ese primer encuentro, en una calurosa tarde de verano de hace 6 años, me alegró ver a los vecinos sentados en las puertas de sus casas tomando el fresco.

Para mi fue fácil; nada tan fácil como echar a andar, desviarme pocos kilómetros para seguir anclada en la misma ciudad, cerca de mis gentes, de mis raíces, de mi cultura.

Ahora, lo que yo avisté esa tarde de julio, siento que es comparable a lo que Sirifo y otros muchos como él vieron en nuestro mundo más cercano: un lugar bajo el sol. Y también, en el caso de ellos, una esperanza, un sueño, un proyecto vital que actuara de cataplasma al dolor temprano, a la humillación, a la pobreza, a la ausencia de un horizonte ante la certeza de un presente desolador.

Mi abuelo emigró a España con su familia, y se hizo un hueco cuando la palabra emigrante aún surgía orgullosa y limpia; cuando la dignidad se presentaba bajo la forma de unas manos fuertes para trabajar, y la valentía de labrarse una vida lejos de tierras baldías, aún con el pesar de las ausencias y las querencias.

Hoy, que nada ha cambiado en la esencia del acto de esa búsqueda legítima, y que la dignidad se sigue dibujando con los contornos del esfuerzo y la lucha, se les llama ilegales, clandestinos, como bien dice Guillermo Pardo en su magnífico post ¿Somos todos "ilegales"? Y tal como él apunta, son las acciones y las actividades las merecedoras del término ilegal: los actos del abuso, del desprecio, de la explotación hacia quiénes sólo buscan su lugar bajo el sol.

4 comentarios:

Makiavelo dijo...

Para los políticos el inmigrante se ha vuelto un arma arrojadiza, una piedra, un escollo. Pero la realidad es que el inmigrante es el nuevo ciudadano, el pequeño gran hombre que contribuye al crecimiento económico, a la riqueza de la diversidad cultural, e indudablemente al aumento demográfico, que ya somos cada vez menos.
Recibámoslos con un buen vino.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Tienes una percepción muy íntima y sensible de las cosas que afectan a los demás, lo que te ha permitido hacer este comentario tan hermoso. Gracias por citarme. Saludos.

Fran Invernoz dijo...

El comentario me ha llegado a emocionar, de verdad. Soy inmigrante en España (nací en Buenos Aires) y soy hijo de emigrante español (mi padre había nacido en Asturias). El remate final del post me ha encantado, y me ha hecho recordar, asimismo, aquella frase de que el sol sale para todos. Agradecido por tus palabras y también a Migramundo, por el que te he llegado a conocer. Salu2.

Isabel chiara dijo...

Guillermo, Martín, las experiencias personales -aún no siendo tan trágicas como las sufridas por los inmigrantes- te llevan a situaciones muy puñeteras, de tristeza, cabreo, dolor, reflexión... La cuestión es cómo licuar todo eso y sacar algo que nos sirva de apoyo para seguir adelante.

Gracias a ambos, os leo, os sigo, pero mi pudor me impide comentar textos redondos. De ahora en adelante, seré un poco más sirvenguenza.