jueves, 18 de octubre de 2007

No olvides aplanarte la cabeza con un martillo para que tu marido pueda poner el cubata y el cenicero encima

Este delicioso y educativo texto pertenece a la obra magistral Economía del Hogar, editada en 1958. Las enseñanzas del sesudo escritor hicieron posible que toda una manada de mujeres (para utilizar un término acorde con la prosa del autor) fuésemos correctamente educadas en colegios, hogares, capillas, autocares, etc., para ofrecer a nuestros maridos lo mejor de nosotras.


Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo, especialmente su plato favorito. Ofrécete a quitarle los zapatos. Habla en tono bajo, relajado y placentero. Prepárate: retoca tu maquillaje, coloca una cinta en tu cabello, hazte un poco más interesante para él, su duro día de trabajo quizá necesite de un poco de ánimo, y uno de tus deberes es proporcionárselo.

Durante los días más fríos deberías preparar y encender el fuego en la chimenea para que él se relaje, después de todo, preocuparte por su comodidad te proporcionará una satisfacción personal inmensa.

Minimiza cualquier ruido. En el momento de su llegada elimina zumbidos de lavadora o aspirador. Salúdale con una cálida sonrisa y demuéstrale tu deseo de complacerle. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos.

Nunca te quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Intenta, en cambio, comprender su mundo de tensión y estrés, y sus necesidades reales.
Haz que se sienta a gusto, que repose en un sillón cómodo, o que se acueste en la recámara. Ten preparada una bebida fría o caliente para él. No le pidas explicaciones acerca de sus acciones o cuestiones su juicio o integridad. Recuerda que es el amo de la casa.

Anima a tu marido a poner en práctica sus aficiones e intereses y sírvele de apoyo sin ser excesivamente insistente. Si tú tienes alguna afición, intenta no aburrirle hablándole de ésta, ya que los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres.

Al final de la tarde limpia la casa para que esté limpia de nuevo en la mañana. Prevé las necesidades que tendrá a la hora del desayuno. El desayuno es vital para tu marido si debe enfrentarse al mundo exterior con talante positivo.

Una vez que ambos os hayáis retirado a la habitación, prepárate para la cama lo antes posible, teniendo en cuenta que, aunque la higiene femenina es de máxima importancia, tu marido no quiere esperar para ir al baño. Recuerda que debes tener un aspecto inmejorable a la hora de ir a la cama. Si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que él esté dormido, ya que eso podría resultar chocante para un hombre a última hora de la noche.

En cuanto respecta a la posibilidad de relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él siente la necesidad de dormir, que sea así; no le presiones o estimules la intimidad. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte (¡aaay!) es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar.

Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes. Es probable que tu marido caiga entonces en un profundo sueño, así que acomódate la ropa, refréscate y aplícate crema facial para la noche y tus productos para el cabello. Puedes entonces ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana. Esto te permitirá tener lista una taza de té para cuando despierte.

16 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Paredes Leví dijo...

Qué gasto tan absurdo de papel..¡¡

Sibyla dijo...

¡QUE HORRRROOOOOORRRRR!!!!!!!
Se me ponen los pelos como escarpias.
Y pensar que hace medio siglo, esas eran las normas correctas para ser una perfecta esclava del marido.
Ala quema con el manifiesto!!!!!!
Besazos.

Makiavelo dijo...

Al lumbrera este le faltó explicar la técnica del vendaje de piés, costumbre de los mandarines chinos, para que la mujer no saliera corriendo y tenerla a su disposición las veinticuatro horas del día, aunque coja.

Saludos

Isabel chiara dijo...

Totalmente absurdo, Sr Leví, pero estos libritos editados por la falange, y las revistas de la sección femenina que no tienen desperdicio, nos la daban a las niñas en los colegios. Tengo la descripción de la mujer sensual que hace el padre García en el número de agosto de 1946 y es para enmarcarla. Este cura sabía mucho de sensualidad y entre otras lindezas las distinguía porque tenían las orejas transparentes... ¿Usted lo entiende?

Isabel chiara dijo...

Sibyla, me gusta recopilar este tipo de material, no soy tan mayor pero me suenan estas enseñanzas que lejos de acojonarnos creo que nos espabilaron de lo lindo. Tengo también una colección de novela romántica de kiosco de los años 30-40 que te puede dejar clavada en la silla de lo que allí se dice.
Para mí la mejor es la parte de la intimidad (el ay es de cosecha propia), y el acomódate la ropa, cuando el marido cae rendido me hace mucha gracia porque intuyo a lo que se refería el pervertido que escribió ésto.

Un beso

Isabel chiara dijo...

Muchas terminaron cojas aunque no les vendaran los piés Maki, y menos mal que eran unos ignorantes que si llegan a saber lo de china experimentan a hacerlo con la cabeza. Y la mayoría de estos tipos eran sacerdotes, como el de mi pueblo, que de día daba misa y de noche daba estocadas. Pero así eran las cosas hace apenas 60 años.

Monica dijo...

AAAAAAAAYYYYYYYYY Dios mío, y sabes que es lo peor, que mi mamá me enseñaba, casi lo mismo. No en forma tan ridícula pero si ponía énfasis en lo que mi marido se merecía después de tantas horas de trabajo, que yo criara cinco niñas era un tema aparte.
Lamentablemente el texto parece ridículo pero hay una generación que fue criada de esa manera.
Y no cerremos los ojos, todavía existe una clase que cree lo mismo, los hombre al trabajo y las mujeres en casa, haciendo las tareas, que para eso fuimos criadas, tenemos sueldos más bajos en iguales niveles de trabajo !!!!Hija mía creo que aún estamos en la época de las cavernas y no solamente por el trato con la mujer, cada vez más dejamos de interesarnos en el prójimo.
Besos argentinos

Isabel chiara dijo...

Querida Mónica, mi madre, que tenía su genio reía a solas conmigo cuando aparecía por casa alguna mierda como ésta y me decía que fuera una espabilada para no tener que depender de nadie, nunca. Pero cuando llegaba papá la cosa era diferente, y recuerdo a mi padre hablarme de modales femeninos, que ya te puedes imaginar cuáles son.

Un beso sevillano

Carlos Paredes Leví dijo...

Isabel:
Desgraciadamente, lo entiendo. Sólo añadir que me jode compartir siglo con semejantes personajillos

Carlos Paredes Leví dijo...

Isabel:
Desgraciadamente, lo entiendo. Sólo añadir que me jode compartir siglo con semejantes personajillos

Isabel chiara dijo...

No sabe cuánto agradezco sus comentarios Sr. Leví, porque la reacción normal que siempre me he encontrado, y me refiero al sexo masculino, es saltar con la gracia propicia del tipo de "una de éstas quiero yo para mí", y a ésos yo no les daba una, sino cinco.

Me alegra que mis caballeros sean tan inteligentes y sensibles con una realidad que nos hizo mucho daño.

Un beso muy merecido

Carlos Paredes Leví dijo...

Isabel Chiara:
Considerar esto gracioso, es el paso previo a la indulgencia y, con estos personajes, no hay que ser tolerante.

Isabel chiara dijo...

Totalmente de acuerdo Carlos

Anónimo dijo...

ese tio un monumento. vivan las geisas...¡¡¡ ( este comentario no pega aqui en lo de mujeres en guerra pero es el que me sale a primer berrido)jg.

Isabel chiara dijo...

Cuidado anónimo, que las geishas cuando se ponen son capaces de hacer arder Troya, y de camino darle curre a Paris, Aquiles, Ulises y tirarse a la Elena. Yo no me fiaría tanto de las modositas. Aquí se pueden hacer todo tipo de comentarios, no problemo.

Y permito berrear.